martes, 2 de junio de 2009

Carta a mi Señor


Probablemente he cambiado mucho en estos últimos años.


He aprendido, he sufrido, he llorado, he reído… he intentado ser especial, sin darme cuenta de un pequeño detalle: somos como somos… con nuestros defectos y nuestras virtudes.


Podemos intentar ser mejores, superar miedos, aceptar desgracias, intentar hacer felices a los que nos rodean… pero no nos damos cuenta de algo fundamental que nos hace personas: no podemos desvirtuar la base de nuestra propia existencia.



Quiero que tenga lo mejor de mi, mi gloria, mi éxito, mi sensualidad, mi deseo, mi alegría… y como consecuencia de ello no volver a soportar mis miserias, mis “pajas mentales”, mi mal humor… porque no quiero que eso vuelva a pasar.


Mi deseo es que la pequeñísima parcela que yo pueda tener en su vida, le haga más feliz aún. Que piense en mí, que me recuerde con alegría, que tenga la completa seguridad de que el alma que tiene guardada en una caja nunca saldrá de ahí.


Voy a sacar la parte positiva de todo lo malo que pueda sucederme, nada tiene más importancia que saber elegir los pensamientos más adecuados, los más positivos y beneficiosos para nuestra felicidad (y por lo tanto para la felicidad de las personas a las que queremos).

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