martes, 31 de enero de 2012

Armando Palacio Valdés


Velázquez siempre ha pegado a sus amantes. Sin embargo, con Soledad nunca lo ha hecho. Ella barrunta que si nunca la ha golpeado es quizá porque no la siente suya, porque no la quiere lo suficiente:

«Cuando oía describir los rigores que Velázquez había usado en otro tiempo con una de sus amantes llamada la Pitillera, y que esta mujer, lejos de aborrecerle, le adoraba cada día con pasión más firme, quedaba confusa sin comprenderlo; pero sentía cierto cosquilleo interno, mezcla de temor y apetito».

Un día, Velázquez le pega. Soledad huye llorando, muy confusa. Sin embargo, después:
 «Su cólera se fue ablandando al influjo de las lágrimas, se transformó en suave melancolía, y de esta melancolía brotó una extraña dulzura que la llenó de sorpresa. Se había disipado el misterio. Ya sabía lo que era ser abofeteada por un hombre. Destruido aquel último baluarte de su orgullo, permaneció tranquila a merced de su vencedor. Quedaron remachados los clavos de su cadena ¡Era suya, enteramente suya! Este pensamiento barrió hasta las últimas nubes que oscurecían su alma. Quedó en una dulce quietud, en un íntimo recogimiento de dicha; le acometieron ansias locas de humildad ¿Qué le importaba a ella por el mundo? ¿Qué le daba a ella el mundo? Quien la hacía feliz era él. A él debía, pues, obedecer; él era su rey y señor. El calorcillo que aún sentía en la mejilla atestiguaba de este señorío y de su vasallaje ¡Toda la vida, toda la vida su esclava!».
(Palacio Valdés,  Los Majos de Cádiz, 1896).


2 comentarios:

aigua sum dijo...

Hoy paso y dejo una pequeña huella para agradecerte todos los bellos escritos que he leído, todos los comentarios que me has dejado y todo el tiempo que me has dedicado.
MUCHAS GRACIAS!
aigua ge AT

AANGEL dijo...

Tus visitas y tus "pequeñas huellas" siempre son bienvenidas, aigua de AT.

Un abrazo,

AANGEL