martes, 31 de marzo de 2009

Un descuido



Aquella noche, cuando acabó con ella, cuando recibió todo el placer que ella le había dado, ató su collar de cuero a la correa y ésta al cabecero de la cama. “Quiero que duermas atada”, le había dicho antes de dormirse.

Ella se acurrucó junto a El y se durmió sintiendo el calor de su cuerpo.

Sólo habían pasado unas horas y ella se despertó con una urgente necesidad de ir al baño. Desató la correa del collar y se levantó.

Al volver a la cama El se había movido y la correa quedaba bajo su cuerpo. Como podría volver a atarse sin despertarle?

Decidió no perturbar su sueño y se volvió a acurrucar junto a El. Aún no se había dormido cuando sintió que El despertaba y cogía la correa… Pero ella no estaba al otro lado. No le dio tiempo a reaccionar, sintió la mano de su Dueño cruzarle la cara varias veces, mientras le preguntaba con voz ronca que hacía desatada. No pudo dar explicaciones. Una nueva bofetada se estampó en su cara mientras El, muy enfadado, le decía que había desobedecido, que no servía para nada… para nada no, dijo, “sirves para follarte”, solo para eso.

La cogió del collar y la atrajo hacia si con violencia. La colocó de lado y se pegó a sus nalgas. Ella notó enseguida su excitación. Le abrió las piernas y la penetró con furia, cada embestida era más violenta que la anterior y sus palabras cada vez mas duras. Apretaba sus pezones mientras la follaba como a una perra, fuerte, con la furia provocada ante la desobediencia cometida.

Por fin se corrió dentro de ella y allí continuó durante un rato, dentro de su perra, saboreando el placer de su orgasmo.

“Levántate”, le dijo. Ella así lo hizo. El la condujo hasta el baño mientras encendía un cigarro. La colocó en la ducha y le dijo: “arrodillate”.

Ella se arrodilló y esperó… no tardó en notar el liquido caliente que se derramaba sobre ella junto con la ceniza del cigarro. Su cara, su boca, sus tetas, toda ella se mojó de aquel maravilloso liquido que a ella tanto le hacia sentir. Sentirse suya completamente.
Cuando acabó, le dijo: “que guarra eres, mira como estas…dúchate y ven a la cama”.

Cuando ella acabó y regresó junto a El, la ató de nuevo a su correa y se dio la vuelta.

Ella se abrazó a El, rodeo su cuerpo con sus brazos… El cogió uno de ellos y lo acercó a su pecho apretándolo…

Ella se sentía feliz…

1 comentario:

EmLu Cka dijo...

AMO tu blog!
No lo habia descubierto hasta hoy! Cada relato, cada fotografía me deja sin palabras... he leído casi todo (no he trabajado mucho pero me he puesto la piel de gallina con cada palabra!) Te felicito por la forma en la que escribes, por que aún si es ficción o realidad, en algunas historias quisiera ser yo esa de quien hablas, esa sumisa y que Su Señor fuera Mi Señor.
Si me puedes escribir, hazlo a mi cuenta... es emlucka@gmail.com
Seria genial compartir el mundo de la sumisión con alguien que se siente igual de identificada que yo!

Gracias!